La capacidad de reconocer todas las partes de nuestro ser como individuo es una difícil tarea. Encontrarnos con nuestra imagen ante el espejo, el reflejo de nuestros actos en los demás, el escuchar y discernir lo que soy y lo que no soy, que forma parte de mí y cuales son proyecciones de los demás de quien quisieran que yo fuera.
El poder aceptar que aquello que más rechazo, aquello que repudio o aborrezco, que me duele y me desagrada, todo eso también soy yo.
Al mismo tiempo aquello que más admiro, que más busco, que me alegra, me eleva, me inspira y me hace soñar. Todo aquello también soy yo.
Dejar de decir, yo nunca haría eso, sino que yo decido no hacer eso en cada momento de mi vida. O el yo no podría llegar a hacer eso poniéndome limitaciones, cambiarlo por un en este momento no se como hacerlo, pero tal vez algún día podré.
Todos los seres humanos somos capaces de realizar los actos más crueles hasta los más compasivos, tener las reacciones más bajas hasta las más altruistas. El negar cualquiera de ellos es negar una parte de nosotros mismos, pues somos nosotros quienes decidimos cada segundo que camino seguir.
Al estar conscientes de que podemos hacer desde lo más horroroso hasta lo más hermoso y que está en nuestras manos decidir cual es recuperar el control sobre nuestras vidas, empoderarnos y decidir a consciencia cual es el presente y futuro que queremos. Las influencias externas y características del entorno pasan a un segundo plano y recuperamos la fuerza de ser nosotros mismos, quienes queremos ser.
Solo al aceptar nuestros mayores defectos somos capaces de buscar su causa y hacer o no algo al respecto. Solo al reconocer nuestras mayores virtudes somos capaces de enaltecerlas y sacar provecho de ellas.
Es aún así muy difícil llegar a conocer completamente quienes somos en todos los aspectos de nuestra existencia. Aquellas cosas que más rechazamos o que más nos asustan son como puntos ciegos para nosotros. Por más que miramos no lo vemos y muchas veces necesitamos que alguien nos lo indique o bien observar el efecto que tenemos en los demás para darnos cuenta siquiera que hay algo que no vemos. Pero estando abiertos a las opciones, evitando los "yo nunca", podemos entrar a vislumbrar cada vez una silueta más clara de quienes realmente somos.
El camino de la individuación, del empoderamiento, del autoconocimiento, es arduo y doloroso, pero la recompensa es maravillosa.
Si no cruzas el río no llegaras al otro lado donde el pasto es más verde. Puedes tratar nadando, buscar un lado más bajo para vadearlo o buscar por un puente. Hay caminos cortos y muy arduos y caminos mucho más largos, pero menos costosos. La elección es de uno, que tanto deseas "pagar" por llegar al otro lado y en que moneda.
Puede ser desde el trabajo personal hasta mucho sufrimiento para poder ver lo que no queremos ver. Podemos ejercitarnos o ir avanzando a caídas.
O simplemente quedarnos sentados esperando a ser víctimas del clima y que finalmente una inundación nos lleve al otro lado con un alto riesgo de ahogarnos o llegar a cualquier parte.
Y finalmente el camino a la felicidad no es tan costoso. Una vez que vas avanzando aquello que te parecía gigantesco se vuelve pequeño. Esa gran montaña que debías escalar al final no era más que una loma y una vez que has cruzado el río te das cuenta que mojarte no era tan malo.
En el trabajo personal vas desarrollando fuerza y resciliencia y cada día te vuelves capaz de desarrollar mayores proezas humanas. Al ser proactivos con nosotros mismos podemos abrir puertas inimaginables.
Y solo al conocernos nosotros mismos podemos realmente empezar a conocer a los demás.