Dentro de las tradiciones japonesas está el celebrar el florecimiento de las flores de sakura (cerezo). Suelen sentarse por largos momentos a contemplar la belleza de estas flores. Más que admirar solo su belleza, hay un sentido mucho más profundo. Es lo que nos transmite esta pequeña flor.

Una gran simpleza y la vez tanta perfección en algo tan pequeño. Su luz, su tranquilidad, es una entre miles y la vez cada una de ellas es única y perfecta. Efímera también, un viento, una lluvia o muchas otras cosas pueden hacer que caiga del árbol acortando su vida o bien puede llegar a vivir muchos días más que otras florecillas. Y aún así almacena un tremendo potencial, de llegar a generar un fruto, una semilla, un árbol, una arboleda.

Así también deberíamos ser nosotros, reconociendo al ser único y perfecto entre muchos otros seres a su vez maravillosos. Somos solo un suspiro, un momento y a la vez tenemos un potencial que no logramos siquiera a imaginar. Todo eso lo somos ahora. Y al detenernos un momento a contemplar en silencio y en paz una pequeña flor como la de sakura podemos observar la paz, la luz, la armonía y todo lo que podemos ser nosotros mismos.

Por eso creo que es una gran meta el querer ser tan simples y perfectos como una pequeña flor de sakura.