Cada momento de nuestra vida vamos creando miles de posibles realidades y cada segundo vamos escogiendo sólo una de ellas desde nuestros pensamientos, nuestras emociones, desde nuestro subconsciente, nuestros programas mentales, mandatos, etc. Vamos creando nuestra realidad a un nivel hasta insospechado y mientras más energía o consciencia tengamos es aún más grande el efecto sobre las realidades que vamos creando y eligiendo, aunque seamos inconscientes de esto último.
Por ejemplo, sí decretamos que este año ha sido horrible, el inconsciente va a empezar a buscar y elegir realidades horribles hasta que termine el año, como haciendo que tengamos accidentes, acercándose a personas que nos hagan daño, haciendo que digamos o hagamos algo en el momento inoportuno dejándonos en mala luz o provocando animosidades o problemas.
Sí tenemos programado en nuestro subconsciente que estamos indefensos ante el sistema nos entregamos sin luchar y nos sentiremos víctimas de un sistema abusivo.
Sí creemos que las situaciones que pasan son algo personal en contra de nosotros nos auto invalidamos de hacernos cargo de lo que está en nuestras manos y simplemente dejar pasar las cosas a las que no vale la pena darle importancia, porque el darle más vueltas de lo necesario sólo nos aferra al sufrimiento.
O declarar que una persona es mala y me está haciendo daño genera un lenguaje corporal, una energía, una animosidad que provoca el odio en el otro y sólo alguien de un nivel de consciencia muy elevado puede darse cuenta y evitar reaccionar negativamente. Por eso el inconsciente suele buscar a personas que entren en este juego de enemistades.
Los que mayor parte juegan en esto son las ideas, pensamientos y emociones muy intensas y obsesivas. Sí estamos muy pegados con algo o con alguien esto va determinando nuestra realidad de manera casi abrupta. Por eso es que se vuelve tan importante ir sanando lo que nos pasa en nuestro día a día, pero igual de importante es irnos conociendo cada vez con mayor profundidad, hacer introspección, hacernos cargo de lo que sucede y observar a fondo para qué nos sucede lo que nos sucede, que necesitamos aprender. Y en la medida que logramos un mayor auto conocimiento, vamos trayendo el subconsciente a la luz, vamos achicando nuestro punto ciego y traemos armonía a nuestras vidas.
Pero el cambio no puede ser solo mental, no puede ser solo en el mundo de las ideas y pensamiento, ya que son de muy corto plazo y nuestro subconsciente nos termina boicoteando. La transformación tiene que ser profunda, abarcando todo nuestro ser. No significa cambiar quienes somos, sino transformarnos en quienes realmente somos y de lo que nos hemos alejado por un historial de heridas, por el condicionamiento familiar y social, entre otras cosas. Es rearmar y sanar nuestra propia identidad, un peregrinaje interior hacia nuestro propio yo, construir un yo sano e incluso trascenderlo. Dejar el lastre atrás y escoger una vida más feliz.
El camino no es fácil, es todo un desafío lleno de dificultades, pero la recompensa es como haber subido a la cumbre de nuestra mayor montaña.