Cuando se habla de la violencia en la pareja en términos de golpes todos ven el problema y se sienten indignados, pero no solo los golpes hieren. Cuando la víctima del abuso trata de explicar la desvalorización, las peleas, las humillaciones hay quienes escuchan como apoyo moral, pero es más frecuente encontrar miradas de duda, ¿será para tanto? ¿no estará exagerando? ¿que le habrá dicho para que reaccione de esa manera? Claro, es natural, porque todas las parejas tienen peleas, desacuerdos, diferencias y discuten.
Pero, ¿hasta donde son normales estas discusiones y donde empieza el maltrato? ¿cuando son solo problemas de comunicación o diferencias culturales y cuando son conductas destructivas?
Hay ciertas actitudes con las que hay que tener especial cuidado y ponerse en alerta, cosas que no se pueden permitir:
- Desvalorización: el primer paso del maltrato empieza sutilmente con la desvalorización, haciendo que la persona empiece a dudar de sus opiniones, de lo que sabe, empezando a sentirse inferior o poniendo al otro en un rol de autoridad. Esto se pasa por quejas, miradas de desdeño, etc.
- Alejar a los amigos y la familia: el abusador empieza a generar duda, discordia, humilla a los amigos o pone distancia física o genera dificultades para que los vea. Así va aumentando la sensación de soledad y de necesidad de estar cerca del abusador.
- Control: busca controlar las acciones del otro, la manera en que viste, sus actividades, con quien se junta, sus horarios, evita dentro de los posibles que tenga un ingreso o bienes propios con tal de generar dependencia.
- Maltrato sexual: de una relación sexual aparentemente sana en un comienzo empieza una objetualización, desvalorización, sexo rudo o humillando o incluso esperar a que el otro se quede profundamente dormido para usarlo.
- Violencia indirecta: portazos, hablar fuerte, golpear las paredes o los muebles, enojarse desproporcionadamente por cosas insignificantes, romper platos o arrojar objetos con violencia, manejar violentamente serpenteando entre otro autos y tocando la bocina todo el tiempo, hacer gestos violentos con herramientas peligrosas como sierras eléctricas o taladros, etc.
Después de esto es solo un paso a la violencia física. Es importante darse cuenta cuando se ha caído en esta espiral descendiente y que se puede pedir ayuda, que siempre hay una salida. Que cuando se ha intentado todo, aprender nuevas formas de dialogar, ayuda externa, vincularse de otra maneras, que a veces todo el esfuerzo del mundo no es suficiente si no viene de ambas partes. Y que a veces la decisión más amorosa y compasiva no es esforzarse por algo que es dañino, sino soltar y empezar de nuevo.