La confianza es tan delicada como las alas de una mariposa. A veces puede parecer justificado decir una mentira para evitar un conflicto innecesario, pero cuando esto se hace costumbre tarde o temprano se empieza a notar. Primero surge la duda ("¿no me había dicho otra cosa primero?" , "no es así como lo recuerdo", "¿habré escuchado mal?"). Luego nace la sospecha ("esto me parece raro", "la primera vez me puedo haber equivocado, pero no de nuevo"). Inmediatamente sigue la alerta donde se presta especial atención a todos los detalles de lo dicho y hecho ("mejor dejo todo por escrito", "sí me mintio en esto, ¿en que más habrá mentido?"). Y aquí es donde las mentiras salen especialmente a relucir y la confianza queda definitivamente destruida y el vínculo muere y se empieza a descomponer. Aunque se arreglen las cosas, ya nunca volverá a ser lo mismo.
La verdad no siempre es fácil, pero si realmente se ama a la otra persona (pareja, familia, amigos), es mejor un momento de incomódidad que una relación destruida. Se hace más fácil si uno aprende a comunicar amable y oportunamente, lo importante que es algo que se puede aprender. Y si la otra persona realmente nos quiere entenderá que en la honestidad hay un esfuerzo de mejorar un vínculo que realmente se atesora.