Muchas veces nos sentimos cansados, abrumados por la cantidad de cosas que tenemos que hacer, tenemos tareas que no nos gusta hacer (como el aseo, lavar los platos, remendar la ropa, etc) y a veces sentimos que no podemos. Pero lo que más nos agota es la resistencia que tenemos a hacer esas tareas o nuestro trabajo, la carga emocional o mental que ponemos en ello. Por ejemplo la queja como "odio tomar la locomoción en la mañana al trabajo", "tengo que ordenar el closet, pero me da tanta flojera" o "siempre estoy tan cansada, no tengo ganas de nada". Postergamos el hacerlas una y otra vez alargando el "sufrimiento" por lo que queda por hacer.

Si nos damos permiso de no juzgar las tareas que hacemos, aceptarlas tal cual son, de pensar positivamente, de usar armoniosamente nuestra energía y estar conscientes de que si podemos, que tenemos la capacidad y la inteligencia para lograrlo, de prestar nuestra completa atención a la tarea presente y no estar pensando en todo lo que queda por hacer u otros problemas o situaciones, cada tarea se vuelve más liviana y la podemos terminar rápida y eficientemente.

No hay momento como el presente y cuando hablamos de trabajar diligentemente es simplemente hacer lo mejor que podemos una tarea a la vez y dándonos el suficiente tiempo para descansar y disfrutar de la vida también.