Al meditar nuestros pensamientos y emociones son como las gotas de agua de una cascada. Nos ubicamos a un costado y observamos el agua al pasar. No tratamos de detenerla o controlarla. Tampoco seguimos a cada gota en su camino, tan solo las dejamos pasar. A veces salpican y nos mojan, pero esto no tiene importancia. Podemos seguir observando la belleza, vibrando con el estruendo de la caída del agua, siendo parte del entorno, estando en el presente.