Te veo, por cada vez que te sentiste sola, incomprendida, enojada, frustrada, triste, olvidada, traicionada. Te veo, por casa vez que te equivocaste, diste un paso en falso o no supiste que hacer. Te veo, por cada vez que perdiste el control, el rumbo o hasta el sentido de vida. Te veo, sin importar si pasó hace 10 minutos o hace 10 años. Te veo consiente, compasiva, presente y sin juicio. Te veo.
Te escucho, por todo lo que quisiste decir y no pudiste. Te escucho por todas las veces que te callaron o no encontraste las palabras. Te escucho, aunque no sepas que decir, ya que tu mirada y tu presencia están llenos de significado. Te escucho.
Te siento, esas emociones atrapadas, negadas, escondidas, invalidadas. Te siento, aunque no sepas qué es lo que estás sintiendo. Te siento, hasta que esas emociones se puedan expresar y encuentres liberación y paz. Te siento.
Y esto me lo repito cada vez que algo me saque de la armonía y el bienestar.
Te veo y respiro consiente.