También es parte del duelo concientizar todas aquellas cosas que ya no son, que ya no fueron, que ya no serán. El plato menos en la mesa, una conversación, una pregunta, los ronquidos o una risa. Esos pequeños vacíos en el día a día. Acá es donde hace falta transformar la ausencia terrenal en la presencia del alma, donde nunca estamos separados.