Toda experiencia de violencia deja un registro corporal tanto a nivel del sistema nervioso como en el resto del cuerpo físico. No importa si esta violencia es física, verbal o emocional. Si se produjo como adulto o vivenciada por el feto a través de una experiencia de la madre. Queda un registro de alerta al peligro. En consecuencia el cuerpo desarrolla un sistema de alerta a forma de supervivencia para poder evitar o defenderse de una nueva amenaza.
Mientras más inconsciente es éste registro, más difícil se hace controlar conscientemente qué es lo que se percibe como amenaza naciendo de acá miedos,fobias y odios sobre dimensionados o sin causa aparente.
Si después de la experiencia de violencia la vida vuelve a la normalidad y se vuelve a instaurar un sentimiento de seguridad este registro puede llegar incluso a borrarse después de un tiempo dependiendo de que tan fuerte haya sido esta experiencia. Pero el stress cotidiano y los estímulos externos intensos o muy continuos evitan que haya una verdadera sensación de seguridad. Y por sobre todo cuando siguen habiendo eventos de peligro, violencia o situaciones de indefensión.
Es natural entonces que haya una tendencia a esconderse/evitar o agredir en forma de defensa aún cuando la situación no lo merezca.
Lamentablemente de esta manera empiezan a generarse los círculos viciosos de violencia y maltrato. Y aunque en algunos casos sean conscientes de su actuar presente se les hace casi imposible de modificar la conducta, ya que hay algo más profundo que gatilla su comportamiento.
Cuando la causa está alojada profundamente en el subconsciente será necesario remapear fisica, mental y emocionalmente la percepción de peligro y alerta como un trabajo consciente. Reconstruir la autoestima, el valor propio, la confianza en las propias capacidades y la habilidad de resolver problemas y de salir adelante incluso después del fracaso. De a poco ir enfrentando aquello a lo que se siente miedo, obviamente sin exponerse a peligro. Y aquello que nos produce rabia u odio aterrizarlo a las proporciones reales, ya que ese odio me daña sólo a mí mismo.
Es bueno contar con ayuda, pero sin depender del otro para salir adelante. La mejor cura para esto es el amor incondicional de nuestros seres queridos, pero al estar posicionados en el miedo o el odio se hace muy difícil aceptar el amor de los demás o incluso a veces el peligro viene desde la misma familia.