Está el tiempo de los pensamientos y está el tiempo de las emociones. La mente quiere que las emociones se procesen a la misma velocidad que los pensamientos, pero estas son más lentas, necesitan madurar, transformarse, convertirse en algo nuevo. La mente inquieta al no tenerles paciencia deja las emociones de lado y sigue con sus pensamientos. Pero la transformación solo sucede si las emociones se aceptan y se viven desde el corazón. Hay un tiempo para la mente y un tiempo del corazón. Respetando ambos recuperamos la armonía.