Decir algo para quedar bien. Decir las cosas para cuidar las emociones del otro. Las mentiras blancas. La cortesía a un paso del cinismo. Cosas tan aceptadas y normalizadas en la sociedad, porque en primera instancia son más cómodas. Pero en realidad con ellas criamos niños emocionalmente frágiles e inseguros, incapaces de escuchar una crítica como una oportunidad y dudar de lo bueno que le dicen, porque no sabe si es verdad o si lo dicen para quedar bien. Ser honestos no significa que tengamos que usar una verdad brutal que destruye al otro y que le haga dudar de su criterio, sino generar a capacidad de auto observación y el reconocimiento de que hay distintas personas con distintas miradas de la vida. De qué la propia percepción no lo es todo. La capacidad de que si no lo están haciendo bien, siempre pueden mejorar, que todavía queda por aprender, por hacer. Que todas las emociones son válidas, pero así también estas pasan y se pueden superar. Que la vida es un constante aprendizaje y transformación y que no necesita la aprobación de todos. Pero por sobre todo, una honestidad de sus seres más queridos para poder aprender a confiar.