Muchas veces buscamos que no nos importe la opinión de los demás, que no nos afecten los juicios, las críticas o las habladurías. Pero para ser sinceros, para que nos nos importe en absoluto tendríamos que ser psicópatas, porque tenemos emociones y sentimientos. Proponernos esto entonces es un imposible. La tarea en realidad es poder darle la proporción justa. Por eso es importante considerar de quien viene, de donde viene, si es cierto, cuánta importancia le doy a la opinión del otro por sobre la propia y de quienes son realmente importantes para mí. Y esa es la mayor clave, cómo y cuánta importancia darle a la opinión de quienes son importantes para mí, porque también se pueden equivocar, no siempre tienen toda la información y no tengo porqué estar de acuerdo con ellos. Está bien escuchar, pero así también sopesar y encontrar el equilibrio justo y sano que me pueda traer armonía con mi entorno y conmigo misma, validando mis emociones y sentir. Respirar profundo y preguntarnos ¿es esto cierto para mí? Y si no lo es, volver esa opinión a su justa proporción.