Al vivir en una cultura del empate se puede hacer difícil no reaccionar. Si me hacen esto, yo les haré aquello; si hablan mal de mí yo hablaré peor de ellos. Así también querer explicar las cosas desde nuestro punto de vista y reaccionar ante una provocación. Y antes de darnos cuenta hemos caído en un estado de queja, descontento y amargura. Es importante validar nuestras emociones y vivir el proceso, pero es distinto un mensaje de: Estoy triste o molesta porque pasó esto a un mensaje de simplemente acusar al otro. De ahí que es importante mirarnos y observar, qué mensaje estoy transmitiendo. Estoy expresando mi sentir o me estoy desquitando.