Cuando mi niña interior quiere hacer una pataleta, en vez de dejar que tome el control, la abrazo, la acaricio, le doy besos y le hablo con ternura. Le doy tiempo y espacio para que exprese lo que siente, lo que necesita y le doy una contención amorosa. Ya no soy una niña, pero hay una niña en mí que todavía necesita sanar.