La espiritualidad no es algo separado de mi vida cotidiana, sino algo profundamente entrelazado con ella. Al dejar de identificarme con mis pensamientos o mi cuerpo y empezar a conectarme con mi verdadero ser, la espiritualidad se convierte en cómo realizo mis tareas cotidianas en presencia. Desde darme una ducha, tomar el desayuno,  hacer el aseo, cocinar, caminar en la calle, compartir con los amigos y hasta salir de fiesta. La espiritualidad,  a través de la respiración y la presencia, convierte cada momento en un momento sagrado honrando el aprendizaje que mi alma escogió.