El límite entre la diplomacia y poner límites está en el amor propio. No en las heridas o el orgullo, sino la capacidad de amarme lo suficiente para no aceptar lo que me hace daño.
El límite entre la diplomacia y poner límites está en el amor propio. No en las heridas o el orgullo, sino la capacidad de amarme lo suficiente para no aceptar lo que me hace daño.