Una manera de escapar es desconectarse de los sentidos. Dejar de escuchar, de ver, de oler, de sentir. O taparnos de otros estímulos hasta atontarnos. La soledad y la naturaleza nos vuelven a conectar y nos lleva a nuestro centro, nuestro verdadero ser, a un vínculo honesto con nosotros mismos. Esa puede ser la oportunidad para sanar aquello de lo que queremos huir. Esa es la oportunidad de poder volver a estar presentes y vivir realmente la vida.