La sensibilidad y la empatía no es algo que se prende y se apaga como un interruptor de la luz. No es todo o nada, sino que hay toda una gama de posibilidades entremedio. Depende del lugar en que se esté, las personas con que se esté, el momento o situación que se esté viviendo, además de la capacidad de auto contenerse, acogerse, protegerse y sanarse, la capacidad de conectarse tanto con la propia vulnerabilidad, como con la propia fortaleza. Y se puede aprender a abrir y cerrar según lo que se necesite en el momento a través de un trabajo de auto conocimiento y sanación de los traumas personales. No es que se esté predeterminado a sentirlo todo o no sentir nada. El ser sensible no es un castigo, sino una habilidad a desarrollar y pulir para convertirla en un gran don.