El ego juega con nosotros sutilmente susurrando a nuestro oído. Apela a nuestro orgullo y nos dice: tu sabes más, tú eres mejor, sin ti no lo habrían logrado, tu has hecho todo esto sin la ayuda de nadie, eres irreemplazable. Y luego ataca con el miedo: pero hay otros más inteligentes y mejores, no te necesitan, hay muchos otros que han logrado tanto más que tú, no te quieren, vas a terminar viviendo bajo el puente. Y en ese vaivén nos mantiene en la zona de confort, paralizándonos para que no salgamos de ella. Es un astuto manipulador hasta que podemos ver sus trampas. Y es ahí donde podemos verlo de frente y decirle, no soy la mejor, pero tampoco soy la peor. Tengo mucho que aportar a algunos y a otros no, y está bien así. Soy única en mi forma de ser y eso me hace valiosa. No tengo que mirar hacia arriba ni hacia abajo a nadie, sino de frente, como 2 seres humanos que nos encontramos en nuestra individualidad y en ese encuentro nos reconocemos.