Es más fácil quejarnos que hacernos cargo de lo que sentimos. Socialmente la queja es aceptada de manera natural, mientras la expresión de nuestros sentimientos y vivencias internas son evitados, rechazados, criticados y vistos como un signo de debilidad. Se ve la vulnerabilidad y fragilidad como algo negativo en vez de una condición inherentemente humana. Y así la queja pasa a ser una herramienta útil para mantener una sociedad de autómatas. Pero así también tomar conciencia de nuestras emociones y nuestra responsabilidad de lo que estamos viviendo nos lleva a crear una sociedad más consciente y humana.