El dolor se procesa a distintos niveles. Mental a través de nuestros pensamientos e ideas. Emocional a través de nuestras emociones y sentimientos. Físico a través de las reacciones corporales como taquicardia, contracturas, sudoración, etc. Espiritual al tratar de encontrarle un sentido a la experiencia o poder aprender algo de ella. Cada nivel se procesa a un distinto ritmo y estos pueden estar completamente desincronizados creando además confusión. Es por eso que en esos momentos lo que más se necesita es silencio, quietud y respirar profundamente. No hay caso en tratar de apurar o evitar estos procesos, porque esto tan solo los entorpece. Lo mejor es respirar profundo, aceptarlos y permitir que fluyan de tal manera que nuestra psique pueda adaptarse a la nueva realidad.