Cuando una persona está en estado de queja, lo más común es empatizar apoyando la queja, al final promoviendo y agrandándola. Después están los que tratan de rescatar lo positivo, negando la queja y juzgándole. Pero en ambos casos nos quedamos en la queja y lo que realmente importa es la persona que la emite. Lo que realmente esa persona necesita escuchar es que le digamos de alguna manera: te escucho, te veo, veo que esto te duele,  por eso estoy acá para tí. Así no solo atendemos a quien emite la queja, sino que también evitamos impregnarnos de la energía de la queja y podemos de mejor manera mantener nuestro centro en paz y amor.