Una de las formas más simples de practicar la gratitud es maravillarme con las cosas simples de la vida, un atardecer, un vaso de agua, una sonrisa, una flor, mi hogar, etc. Respiro profundo, observo, me doy cuenta todo lo que cada cosa implica, que esté aquí ahora y lo agradezco. Ya no doy nada por sentado, todo es una bendición y lo honro como tal.