Cuando aparezcan memorias de dolor, rabia o miedo, trátalas como a un niño pequeño con gripe. Las envuelves en una manta de amor, les das una sopa caliente para el alma y luego las abrazas con ternura hasta que se queden dormidas. No sanarán inmediatamente, pero habrá alivio. No sigas guardando esas emociones o las sobre pienses, tan sólo date ese amor sanador que mereces.