Que importante es en este mundo acelerado aprender a perdonar, a soltar, a permitir que el pasado sea el pasado y sanar las emociones, para que el recordar no sea un martirio que nos arruine el día.

Pero hay un paso anterior igual de importante, que es aprender a perdonarnos nosotros mismos.

Perdonarnos de no habernos dado cuenta y reaccionado a tiempo para prevenir el problema. Perdonarnos el no haber visto las señales que después parecen tan obvias. Perdonarnos el haber confiado demasiado y no haber tomado las precauciones necesarias. Perdonarnos el haber dado y ayudado demasiado sin asegurarnos que el otro aprendiese a ayudarse a sí mismo y no se volviera dependiente pidiendo cada vez más hasta pedirnos más de lo que podemos dar. Perdonarnos el no haber dicho No y habernos ahorrado salir heridos. Perdonarnos el haber sido débiles y habernos equivocado. Perdonarnos el haber reaccionado mal y dicho cosas que no arrepentimos después. Perdonarnos el no haber podido ver a través de mentiras e intrigas. Perdonarnos el no reconocer que la otra persona no era quién creíamos. Perdonarnos el olvidar que no todos tenemos los mismos valores morales. Perdonarnos el olvidar que hay personas con problemas tales que no les permite darse cuenta de la consecuencia de sus actos. Perdonarnos el habernos obligado a vivir situaciones intolerables por falsas esperanzas y promesas incumplidas. Perdonarnos el no habernos permitido una vida mejor persiguiendo un sueño que ya ni siquiera era nuestro. Y tantas cosas más que perdonar, tantas otras maneras de expresar.

Pero es al perdonarnos nosotros mismos que el dolor y el enojo empiezan a ceder, al poner los limites que tanto hacían falta, al poner fin a aquello que se ha vuelto intolerable en nuestras vidas, a hacer borrón y cuenta nueva replanteando todo lo que sea necesario y dejar atrás aquello que ya no tiene un espacio en nuestras vidas.

Reconciliándonos así con nosotros mismos, tomando las riendas de nuestras vidas, empoderándonos, podemos ver al otro en su justa medida, como realmente es, no más grande, más peligroso o más odiado. Podremos ver si hay un vínculo que sanar o algo que ya pasó hace tiempo su fecha de expiración. Podremos decidir a consciencia sí vale el esfuerzo intentar un poco más o sí las respuestas del otro son un claro signo que nada podrá cambiar y entonces perdonar y dejar a ese alguien salir de nuestra vida.

Perdonar no es sacrificarse una y otra vez en un ciclo masoquista. Perdonar implica ver nuestros propios errores y limitaciones y darnos cuenta que prolongar una situación a veces sólo es más dolor para todos los involucrados y tener el valor de soltar y decir adiós.